Cuando busqué a Oly la primera vez, un cachorro de Cocker lleno de alegría, no imaginé que estaba abriendo las puertas a una historia que me cambiaría la vida para siempre. Llegó a casa con dos meses y desde el primer momento, se convirtió en el mejor amigo de mi hijo Lucas, que tenía un año y medio en ese momento. Iban juntos a todos lados, compartían secretos de cachorros, dormían juntos, hacían travesuras; eran inseparables. Esa complicidad que compartían era hermosa, y, como familia, nos llenaba de felicidad. Pero la vida nos puso en una situación difícil, y me vi obligada a tomar una decisión desgarradora: tuve que dar a Oly en adopción.
Cuando busqué a Oly la primera vez, un cachorro de Cocker lleno de alegría, no imaginé que estaba abriendo las puertas a una historia que me cambiaría la vida para siempre. Llegó a casa con dos meses y desde el primer momento, se convirtió en el mejor amigo de mi hijo Lucas, que tenía un año y medio en ese momento. Iban juntos a todos lados, compartían secretos de cachorros, dormían juntos, hacían travesuras; eran inseparables. Esa complicidad que compartían era hermosa, y, como familia, nos llenaba de felicidad. Pero la vida nos puso en una situación difícil, y me vi obligada a tomar una decisión desgarradora: tuve que dar a Oly en adopción.
Separarnos de él fue como perder una parte de nosotros mismos. Nos dejó un vacío enorme, y aunque la vida siguió, algo siempre nos recordaba a Oly, ese integrante de nuestra familia que en su ausencia, se llevó un pedazo de nuestro hogar.
Una llamada inesperada, dos años después, nos aviso que Oly se había perdido. Durante ese lapso de tiempo, no nos habíamos visto. Pero imaginarlo asustado, pasando hambre y cualquier otra penuria de un perro en la calle nos hizo dejar todo y salir a buscarlo. Después de horas de caminar recibí un mensaje: alguien había encontrado un perro que se parecía mucho a nuestro querido Oly. Y cuando vi la foto, el corazón me dio un vuelco. A pesar del tiempo, lo reconocí al instante. Era él. Fuimos a buscar a Oly por segunda vez.
Encontrarlo fue como volver a casa después de una larga travesía. Cuando nos vio, sus ojos reflejaron una mezcla de sorpresa y alivio, como si supiera que, finalmente, había vuelto con su familia. Sin embargo, esos dos años lo habían cambiado. Oly no era el mismo; estaba asustado, más agresivo, marcado por el tiempo lejos de su hogar. Había perdido esa confianza natural y vivía en constante alerta, protegiendo cada migaja de comida, cada espacio, como si temiera perderlo todo de nuevo. En ese momento, entendí que necesitábamos más que palabras o caricias para curar esas heridas profundas.
Un amigo me sugirió probar con canicross, un deporte que no solo te hace correr, sino que fortalece el vínculo entre humano y perro. Nunca había corrido en mi vida, pero lo intenté. Empezamos con Oly esta aventura de correr juntos, sin entender del todo cómo iba a funcionar, pero sintiendo a cada paso que algo se iba acomodando. Con compartir este valioso tiempo, Oly empezó a entender que podía confiar en mí otra vez, que yo estaba ahí para él, y yo, a mi vez, comprendí que él me estaba enseñando a ser su compañera de nuevo.
Así nació OLCAN. No solo como una marca, sino como el símbolo de una segunda oportunidad, de un vínculo reconstruido en cada kilómetro corrido juntos, en cada obstáculo superado. Cada producto que diseñamos lleva impregnada esta historia, el deseo de que otros puedan reconectar con sus perros, descubrir la profundidad de ese amor incondicional que los perros nos dan sin reservas a través de compartir tiempo de calidad juntos.
Para mí, Oly no fue solo el motor detrás de esta marca; fue el recordatorio de que, cuando la vida golpea, siempre hay un camino de vuelta, una forma de sanar.
En OLCAN, queremos que cada perro y cada persona a cargo encuentren esa misma oportunidad. Porque a través del deporte, del aire libre y de la complicidad en movimiento, descubrí que nuestro vínculo era más fuerte que cualquier distancia. Y quiero que, al elegir nuestros productos, otros también sientan que su perro es más que una mascota: es un compañero en cada aventura, un amigo con el que compartir la vida, con toda su belleza y su intensidad.
Lucía Guaymás Pilili
Fundadora OLcan